Había una vez tres rosas que estaban muy, muy podridas. Nadie las regaba, estaban marrones, se estaban muriendo. Pobres rosas, hasta que un día alguien las vio, Juana era amable con todos. Entones las quiso regar, volvió a su casa corriendo a buscar una regadera, la lleno de agua y las regó hasta que estuvieran un poquito mejor ahora estarán un poco mejor
Pensó ¿de quien serán?- y se le ocurrió venir todos lo día para regarlas. A la mañana siguiente volvió a ver como estaban las rosas y seguían marrones
- ¿de quién serán las solitarias y marrones rosas? volvió a pensar. Las regó un poco mas pero seguían marrones. Ella no dejaba de estar triste. Ella no podía verlas así entones las iba a pintar de color rojo para que se vieran normalmente.
Cuando estaba en camino a su casa para agarrar la pintura vio una casa muy chiquita y viejita. La casa estaba escondida atrás de muchos arboles. Vio las luces de repente empezó a salir humo de la chimenea y la puerta se abrió y salió una anciana. Ella era dueña de las rosas. La anciana resulto ser buena persona también e invicto a Juana a su casa.
¿Cómo te llamas?- pregunto la anciana
me llamo Juana, ¿y usted como se llama?-
Marta es mi nombre- hablaron, hablaron y hablaron.
¿Esas rosas que están afuera son tuyas?- preguntó Juana con mucha preocupación e intriga
- sí- le respondió Marta.
¿querrás tomar el té con migo? y me haces compañía-
isí! me encantaría
Cuando Juana entro a la casa de Marta se ilusiono de lo linda que era, tenía jarros, adornos, mesas de mármol, muchas alfombras de colores y muchísimas cosas más
Tomaron asiento y Marta le preguntó ¿querés galletas?
por supuesto- Al llegar el atardecer se despidieron y Juana prometió volver el día siguiente. A la mañana vino con una regadera y Marta la esperaba con una en la mano la llenaron de agua y las empezaron a regar. Volvieron a la casa un rato y a la tarde se fueron a fijar si estaban mejor pero no estaba igual. Juana se fue y volvió a la mañana pero con una regadera roja. Los días anteriores había venido con una regadera azul. Juana las regó sin que Marta se diera cuenta. Juana le tocó la puerta de la casa de Marta le tapó los ojos, la llevó de la mano hasta las rosas y le mostró las lindas y brillantes rosas.
¿Cómo lo hiciste?- pregunto Marta. Fue muy fácil- dijo Juana - es que todo este tiempo las estuve regando con una regadera azul y no funcionaba y hoy las regué con una regadera roja-
Desde es día las rosas estuvieron felices y también Juana y Marta. Esas rosas no eran cualquier tipo de rosas, eran rosas mágicas.
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