Las relaciones de la familia Espinoza parecen estar marcada por un ciclo de expectativas poco realistas, críticas severas y una sobreprotección intensa, generando así una comunicación limitada y un desequilibrio emocional. En este entorno, David y Daniela se encuentran en un limbo, oscilando entre demandas excesivamente altas y un cuidado excesivamente restrictivo. Esta situación podría haber restringido su desarrollo de autonomía, impulsándolos a buscar formas de manejar o huir de la presión familiar, como se refleja en la conducta de riesgo respecto al juego de David.